miércoles, 10 de agosto de 2011

La agresividad. “De la complacencia a la mala fe”



Enlace:

La actualidad nos presenta en diferentes escenarios formas cada vez menos solapadas en donde la agresión protagoniza un tipo de relación con el otro.
La agresividad esta tensada en lo que separa y articula dos momentos.
Es conocida la expresión de “situación límite”, esto no es que una determinada situación este delimitada, ni que un límite esté allí funcionando como los márgenes de un río; donde se sabe que algo fluye pero con cierto límite. Un límite recorta un espacio, una geografía, una situación vivida, un tiempo; y esto hace posible la existencia.-
Ahora diría que hay diferentes hechos que se ubican en una situación al límite y por otro lado en una situación más allá del límite.-  Si seguimos la imagen del río y sus márgenes, sabemos también que hay situaciones en donde sus límites se empiezan a desdibujar (por una crecida del volumen de agua); y son sabidas las expresiones de “esta en el límite” o también “esta por desbordar”. ¿Qué pasa cuando algo desborda? ¿Cuando se diluye el límite? El límite está para establecer una diferencia, gracias a él podemos saber  que una cosa es por donde va el río y que otra cosa es la playa. Entonces cuando se sobrepasa cierto límite se pierden las diferencias; ya no se puede discernir  cual es el río, cual es la playa. No se puede diferenciar cual es uno y  cual el otro.-       
También se ha tenido oportunidad de ver, qué pasa cuando a ocurrido un sunami, o un volcán vierte y derrama su lava; lo que arrasa a su paso  hace que no se distingan ni calles, ni casas, ni partes que se desprenden  pertenecientes a diferentes objetos, a diferentes otros.-

Hace poco registré una escena que me llamó la atención en un punto. Se televisaban  peleas callejeras, la misma se desarrolla entre dos grupos, inicialmente un integrante de uno de los grupos empieza a pegar a uno del otro grupo; mientras tanto los integrantes de ambos grupos se mantenían como expectantes; hasta que se inicia otra pelea entre dos integrantes de cada banda. Hasta aquí había una diferencia, había dos grupos. Pero en un momento se desata una pelea de todos contra todos, ya no había grupos diferenciados,  ya no se delimitaba quién contra quien; unos y otros ya eran lo mismo.-
En estos casos, hay algo en común, cuando se les interroga acerca del motivo de la pelea, de aquello que pueda haberla suscitado,  se dan respuestas muy difusas y en algunos casos no se puede ni dar algún motivo.-

En otras situaciones, podemos ubicar esos enlaces donde la relación va “de la complacencia a la mala fe”.-  Son esas relaciones donde alguien complace haciendo de él lo que el otro pide  o demanda. La misma lógica  se desplaza a la mala fe,  en esta se sostiene “te haré lo que me hiciste”, o  “ahora verás tú lo que se siente”.

Desenlace:

 En la complacencia el yo actuará como otro, y en la mala fe el otro experimentará lo del yo.
Estas relaciones discurren y pasan de una a otra, en un circuito de complacencia – y mala fe.-, algunas se sostienen en un ida y vuelta de estas dos pasiones. En ambas  pasiones adquieren la forma del yo. Y son conocidas las diferentes formas de esas relaciones pasionales, que pueden ser dadas en una  determinada relación del yo con el otro.- 
En la complacencia, alguien buscará realizar en forma totalizante, tratando de que no haya fisura, en la correspondencia de lo esperable por el otro. Es una empresa que intenta   reducir al máximo cualquier desajuste, cualquier rasgo que la hiciera diferente de la forma del otro. Será la búsqueda del ser, llevada a la perfección, de lo que se deduce como requerimiento del otro. Que haya correspondencia, entre la encarnadura de la forma  de Uno y lo esperable por otro.
Aquí se dan relatos bien conocidos, que van desde sus mínimas a sus máximas. Ejemplo: “hazme la comida que comí aquella vez” y alguien se afanará para que salga igual, para que se reproduzca tal cual; tarea difícil, ya que ¿podrá efectuarse exactamente igual? O “vístete como tal persona”. O “si no hago de la forma que me dijo me mata”. Y matar se lo puede realizar de muchas maneras: con una palabra, con un gesto, con la indiferencia, hasta las formas física de agresión.  Y para que el “yo”, no muera con algunas de estas formas de muerte que el otro puede instrumentar, se jugará entre existir con la forma del otro o no existir. 
La complacencia será la búsqueda de realizar la forma del otro.
Por otro lado, también se reconocen esas relaciones que se direccional desde la “mala fe”.  Donde se buscará ejecutar   que el otro vivencie, lo más exactamente posible, lo que ha experimentado el yo. Y el yo, empleará su tiempo en la búsqueda de todas las formas de maldad,  que sean recíprocas al sentimiento de sí suscitado por el otro. “Te haré lo que me hiciste” 

Hasta el momento se intentó introducir desde diferentes situaciones de la vida cotidiana el tema de la agresividad. Pero la misma, se presenta desde un registro, donde se pone en juego la relación imaginaria con el otro.-

La relación del yo con el otro, se posiciona en una correspondencia en espejo y ¿qué permite un espejo?, el efecto que intenta es que haya semejanza entre un objeto y la imagen de él. Por lo tanto, toda relación entre el yo y el otro, en donde el otro podrá ser de espejo en quien se refleje el yo será una relación de semejantes.- El yo se constituye así por la identificación con la imago (imagen) del semejante.
La agresividad, tensa  dos momentos: uno donde se percibe cierta inconsistencia, cierta desventaja, cierta impotencia, cierta incoordinación, cierta inferioridad y otro momento en donde se intenta cierta coordinación, cierta adquisición,  logro. La agresividad aparece en ese punto “de coordinación más amplio” donde se intenta subordinar algo.  
También se podría apreciar, retomando la pelea callejera, lo que se acaba de desarrollar en un punto de coordinación y de incoordinación. 
Los que se disponen a la pelea, se paran de una determinada manera, ubican una “prestancia” y una “ostentación”  se presentan coordinados en su postura; ahora cuando se inicia la pelea esa postura se pierde, y la pelea se desarrolla en una incoordinación (se lanzan manos, patadas, empujones, tropiezos, descoordinados y fragmentados). Esta agresividad pone en escena una inversa: ahí donde había un cuerpo bien parado empieza a desmembrarse en sus partes inconexas. Cuando aparece la intención agresiva, y cuando se ejerce, algo se desata con ello de lo que mantiene tensada la unidad del cuerpo.-
Ahora volvamos a esa relación del yo con el otro, en tanto quisiera retomar la relación que va: de la complacencia a la mala fe.
Podemos decir que inicialmente es indiferenciada, y que luego pasa a ser de semejanza. Primeramente no hay yo ni otro, luego el yo y el otro están indiferenciados, posteriormente se reconocerán, pero no faltaran las ocasiones  en donde de lo otro se haga lo mismo. Esta última es la relación de semejanza: cuando de lo otro se hace lo mismo, lo mismo que “yo”·.-

¿Cuál es la operatoria que rige la relación del yo y del otro en tanto semejante? Recordemos las frases que se pueden escuchar cuando alguien dice “te haré lo que me hiciste” o “eso eres tú”. Que relación se establece en este juego de espejos?.
 Lo que domina la relación especular (en espejo) entre el yo y el otro es una operatoria de transitivismo.  (En los niños se observa claramente cuando uno “le imputa, a otro, haber recibido el golpe que él le asesta”. Pág. 171 E. Técnicos).
Esta relación de transitivismo entre el yo y el otro domina muchas de las escenas que van de la complacencia a la mala fe, en la relación pasional del yo con el otro. Que el otro sea o le suceda lo mismo que a mí.
Ubicaría aquí, un registro de la venganza; en la relación de yo –otro, donde el otro “a semejanza” vivencie lo del yo. Sería una manera del yo de resarcimiento narcisista, y la formula es que el otro pase la misma situación, que pase por lo que paso el yo.-

Re-enlace

El yo aparece como esa forma refleja de una imagen que le viene del otro. La identificación a esa imagen de sí es enajenante, en tanto que esa imagen con la que se identifica a la vez esta fuera de sí, sostenida por un otro.
En la relación del yo con el otro; la agresividad estará en el punto de rivalización con el otro, como correlato del narcisismo: “se instituye  sobre el “tu” o “yo” permanente de una guerra  en que esta en juego la existencia de uno o el otro” (Pág. 411- La cosa freudiana).
Pero en la relación en espejo_  del yo – otro_  nunca estará claro quien terminará recibiendo el golpe, aun cuando quien  pegue sea el “ yo”.
¿Cuál será el yo en un espacio, geométrico, de forma caleidoscópica de espejos?

                                                                         Psicoanalista Andrea Ponce

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